Cosas que hacemos a oscuras by Jennifer Hillier

autor:Jennifer Hillier [Hillier, Jennifer]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga
editor: ePubLibre
publicado: 2022-07-19T00:00:00+00:00

—Una pena, ¿no? —El programa de Belinda ha terminado y la mujer echa un vistazo a su hijo antes de pasar al canal CNN—. Me encantaba El Príncipe de Poughkeepsie.

Drew, que era más fan de El Príncipe de Bel-Air, solo recuerda haber visto un puñado de episodios de la comedia de Jimmy Peralta, que trataba sobre una panadería familiar en —¿dónde si no?— Poughkeepsie, Nueva York. La premisa era divertida, aunque demasiado inverosímil: el día en que le conceden el divorcio, un hombre tiene una aventura de una noche con una misteriosa mujer europea que conoce en el bar al que lo arrastran sus amigos. Seis meses después, ella se presenta en la panadería, embarazada. Resulta que es una verdadera princesa de un pequeño país (nunca se especifica cuál), que ha sido repudiada por toda su familia por haber quedado embarazada sin estar casada (grito ahogado) y, para colmo, de un norteamericano (¡Por Dios!). Sin otro sitio adonde ir, se casa con Jimmy (que también se llama Jimmy en la serie) para quedarse en los Estados Unidos y empieza a trabajar en la panadería con la indiscreta y entrometida familia de él (no podían ser de otra manera). Las risas no paran.

Hojea el generoso artículo de seis páginas. Jimmy Peralta era bueno, no cabe duda, y el artículo le recuerda todas las películas en las que el cómico devenido en actor había participado. Había ganado trece premios Emmy y un Globo de Oro, y hasta había estado nominado al Oscar. Pero también tenía sus demonios. Cuatro divorcios, tres tratamientos de rehabilitación y dos sobredosis, la última de las cuales había estado a punto de matarlo.

Pero, entonces, a los sesenta años, una nueva página. La sobriedad. El retiro. El regreso definitivo a su ciudad natal, Seattle. Un nuevo matrimonio. Y luego, después de que una broma viral durante las elecciones lo colocara de nuevo en el radar de la gente, había firmado un acuerdo de treinta millones de dólares con Quan, un nuevo servicio de streaming comparable a Netflix y Hulu.

—Jacqui vio su especial de comedia y dijo que fue muy divertido —comenta Belinda, y Drew asiente con la cabeza—. Y pronto saldrá un segundo. ¿Sabías que su esposa va a heredar unos cuarenta y seis millones de dólares? Ah, ¿y sabías que es filipina?

Ruby Reyes lo había mencionado.

—Mira —agrega, y señala la pantalla del televisor, donde a una mujer con una camiseta de tirantes manchada de sangre, pantalones de deporte y pantuflas rosadas se la llevan esposada—. Tiene cara de culpable. Y es tan joven… Al menos, comparada con Jimmy Peralta.

Drew mira hacia la pantalla. Su corazón se detiene. Parpadea. Luego parpadea de nuevo.

Mierda. Ahí está ella. Betty Savage. En la televisión.

Es Mae.

Toma el control remoto y trata de pausar la imagen, pero enseguida recuerda que el televisor de su madre no tiene esa función.

—¿Qué pasa?, —pregunta ella, preocupada.

—Espera —dice Drew y toma su móvil—. Tengo que buscar algo en internet.

Si su espalda ha sentido hormigueos en los últimos días, ahora está vibrando mientras su mente regresa a la conversación previa con Ruby.

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